Hoy viernes tenemos uno de los eventos astrológicos del año: el solsticio de verano, señalado por la entrada del Sol en el signo de Cáncer a las 7:04 h. (CEDT, hora central europea de verano). En Cáncer, el astro alcanza el primer cuarto de su recorrido anual. Así, la fase solar es todavía ‘creciente’ por lo que de los signos de Agua, Cáncer es el más dinámico y extrovertido de los tres. Las aguas de Cáncer se renuevan constantemente, lo que le permite avanzar aunque, eso sí, a su manera… Se suele representar este signo con la figura de un cangrejo, que tiene un movimiento peculiar de avance-retroceso, porque además representa su asociación con medio acuático y al mismo tiempo es un animal cuyo caparazón cobija un interior blando; de la misma manera, se considera que las personas muy influidas por este signo protegen su gran vulnerabilidad con una cierta dureza externa.
Pero veamos cuáles son los principales significados de la versión canceriana del Sol. Cáncer es un signo frío y húmedo, por lo tanto perteneciente al elemento Agua, que representa principalmente la vida emocional, la sensibilidad y la empatía. Realmente, la capacidad de Cáncer de conectar emocionalmente con el ‘otro’ es notable.
El ‘movimiento’ del elemento Agua es descendente, que simbólicamente hay que traducir como dirigido hacia el pasado, que en la vida humana tan escurridiza y breve está plasmado en la memoria, esa gran coleccionista de imágenes, siempre vinculada a la emoción. La Luna, dueña del signo, es el principal reflejo del Sol, su ‘imagen’ nocturna. Todo ello también hace de este signo uno de los más imaginativos del Zodíaco porque retiene con facilidad esas representaciones mentales por antiguas que sean y dispone de ellas en cuanto las invoca, conectando emocionalmente de inmediato. La memoria y la capacidad de recrear imágenes sustenta en gran medida la creatividad.
La Luna, regente de Cáncer, es conocida como señora de los cambios por la rapidez con la que se mueve a lo largo del Zodíaco. Así, las emociones cancerianas son cambiantes, móviles, aunque profundas y muchas veces difíciles de comunicar. Una vez más, las imágenes: lo que Cáncer no pueda verbalizar, tratará de plasmarlo de otra manera, quizá con dibujos, fotografía, cualquier medio plástico como vía de traducción de un mundo demasiado complejo y simbólico cuya profundidad no quiere traicionar. La ubicación por signo de la Luna es clave para entender cómo se traduce el Sol en Cáncer de una carta astral.
Cáncer es el signo análogo al primer sustento de la vida, como la alimentación que se recibe de la madre y por lo tanto asociado a la crianza. Es análogo también al primer grupo que sustenta al individuo: la familia, sistema en cuyo seno nace. El proceso de perfilado del individuo, que es un ‘trabajo’ solar y requiere cualidades más cálidas y secas, tiene dificultades en Cáncer porque debido a la humedad, el signo no puede concebir a su nativo separado del grupo humano del que ha emergido al mundo. La identidad se construye sobre la ‘herencia’ emocional familiar con más fuerza que en otros signos y hay más dificultad para realizar la emancipación solar.
Cáncer se relaciona con el mundo a través de la dinámica familiar, por lo que tiende a la protección de los que considera ‘de los suyos’ y es excluyente con quien considera ‘ajeno’. Más allá del plano personal, el sentimiento nacionalista hermana a sus miembros, que supeditan su individualidad a la entidad grupal de la familia política, ideológica. De ahí la vinculación de la tierra con la madre y los fuertes sentimientos de pertenencia a la porción de tierra que se siente como patria que los individuos pueden llegar a desarrollar.
Nuestro pasado también está poblado de ancestros: cuando hablamos de familia pensamos inmediatamente en las generaciones con las que hemos convivido, como los padres, abuelos, hijos y hermanos, pero hay muchas más, todas igual de esenciales para nuestra presencia en el mundo, para realizar la carambola genética única que nos ha generado. Si el ser humano pudiera reflejarse en un árbol, Cáncer serían las raíces sumergidas en el subsuelo, de donde el árbol entero extrae su sustento: los antepasados que nos precedieron en el mundo y que tras su muerte volvieron a la tierra. Los ancestros familiares han sido objeto de veneración en la antigüedad y también actualmente en otras culturas actuales distintas de la nuestra consideradas de alguna manera, ‘primitivas’. Sin embargo, estoy convencida de que esos ritos de culto a los familiares que nos precedieron son unos de los medios más naturales para alcanzar la paz que nos proporciona mostrar respeto a quienes originaron nuestra sustancia física y anímica, lo que nos conecta con lo que somos, seres interdependientes que formamos parte de una extensa red familiar que comprende todo el grupo humano pasado, presente y futuro y a la que nos sentimos unidos mediante la compasión (elemento Agua). El mejor mensajero de esta idea es el Dalai Lama, con el Sol y el Ascendente en el signo de Cáncer.
Otras dignidades esenciales planetarias nos ayudan a comprender el signo. Júpiter tiene aquí su exaltación indicando que es un signo propicio al optimismo, el crecimiento y proliferación: precisamente Júpiter es el regente tradicional de la capacidad procreativa y Cáncer es muy fértil por ser del elemento Agua. Por otro lado, Cáncer incomoda a los planetas basados en la sequedad (egoísmo): el signo rechaza la autoridad severa y distante de Saturno así como el individualismo de Marte, que en este signo está obligado a seguir y adaptarse a intereses grupales.
Como ya he dicho, el elemento Agua tiene un movimiento descendente, es decir, que tiende a moverse hacia el pasado, de donde extrae su motivación. El pasado está poblado de imágenes, creadas o recreadas, recuerdos que Cáncer atesora y en los que se deleita. Colecciona objetos, por insignificantes que parezcan, siempre que estén vinculados con ese pasado o al menos sirvan para
mitificarlo. De ahí que el signo esté asociado también a la nostalgia, pero también al interés por la historia y las antigüedades. Tenemos una ilustre muestra de ‘exaltación’ de la nostalgia y el pasado familiar en En busca del tiempo perdido, la gran obra de Marcel Proust quien, además del Sol en Cáncer y en la Casa IV, la del hogar y los ancestros, tenía allí también a Mercurio (intelecto, comunicación) y a Júpiter, que precisamente tiene en Cáncer su exaltación. Júpiter aumentó esta recreación de minucias y detalles (Mercurio) emocionalmente relevantes hasta hacerla parecer casi interminable. La Luna de Proust, regente de Cáncer y exaltada en Tauro, acabó de reforzar las determinaciones nostálgicas y artísticas del escritor, que veneraba a una madre (Luna) ideal.
Cáncer es un signo profundamente empático y emocional, pero cardinal, es decir, dinámico y emprendedor. Él ámbito de su emprendimiento incluye la hostelería y la gastronomía, puesto que tienen que ver con los hogares temporales (hoteles) y la cocina (restaurantes). Cáncer, por ser de elemento Agua, disfruta interactuando con otros seres humanos, por lo que además de la cercanía con la familia, también busca el trato con el público. La vena protectora de Cáncer, además de los trabajos relacionados con los cuidados, como la puericultura o la enfermería, también se manifiesta en una profesión tan aparente poco ‘acuática’ como la escolta, en la que el propio cuerpo sirve de barrera defensora del custodiado, como si Cáncer pudiera emplear ahí lo más duro que tiene: su caparazón. Como signo de Agua, rige las grandes masas acuáticas del planeta, por lo que otorga también amor por todo medio acuático, como el oceanógrafo Jacques Cousteau, con el Medio Cielo (profesión) de su carta natal en Cáncer. Ya mencionados antes, el coleccionismo, la historia, las antigüedades, son campos también para la emotiva pasión canceriana.