Cualquier situación verdaderamente difícil y crítica nos enfrenta a algún tipo de pérdida. Ello supone una especie de “muerte” en la que nuestra perspectiva y necesidades cambian y nos vemos de súbito volviendo a lo esencial, que es de donde extraemos la fuerza para seguir adelante. ¿Y qué es lo ‘esencial’? Cuesta tener la claridad necesaria para determinarlo, cuando nuestras vidas están repletas de elementos en una cantidad que nos resulta casi imposible priorizar, cribar y pulir para quedarnos con una o dos cosas verdaderamente vitales.
Lo esencial, en Astrología, son las cuatro cualidades primitivas que, por pares, constituyen los cuatro elementos (Fuego, Tierra, Aire y Agua), también el fundamento físico y metafísico de nuestro mundo, de los que se habla desde hace miles de años. Las cuatro cualidades primitivas son Calor, Frío, Humedad y Sequedad. Del par Calor-Humedad se dice que genera vida y del par Frío-Sequedad, que la frena, impide. Así, una combinación o “pareja” de cualidades contrarresta la otra. Y es que la vida y la muerte forman parte de la experiencia integral de la existencia. Toda encarnación, toda materialización tiene límites espaciales y temporales, principio y fin.
Podemos describir cualquier cosa manifestada en el mundo mediante las cualidades primitivas. Así, podríamos decir que una situación negativa o muy estresante (cambios radicales de situación, accidente o enfermedad, separación, duelo) tendría una composición de Frío (mirada hacia dentro) y Sequedad (división). Y es que tenemos estos días muy presente el trágico descarrilamiento del Alvia en Galicia. En una situación de esta naturaleza, el Frío supone la oscuridad, la desconexión del exterior; la Sequedad, la separación de nuestro “objeto” de afecto perdido, el agudo origen del dolor. Como la realidad externa no nos gusta, es en nuestro interior (Frío) donde nos refugiamos para recrear una realidad perdida, que ya no existe y ello nos aleja del sol, del viento, del afecto que seguramente nos está rodeando pero que en nuestra tristeza somos incapaces de percibir. En situaciones críticas temblamos como si hiciera frío… porque ‘dentro’, hace frío. Si esta situación persiste, si el duelo se cronifica, puede dar lugar, como poco, a la depresión.
En sentido contrario, el Calor es exteriorizador por lo que la intención se dirige hacia ‘fuera’, hacia el mundo exterior, la Luz. La Humedad supone, al revés que la Sequedad, la disolución de fronteras y barreras y por lo tanto, la adaptación, la fusión con el otro, el reconocimiento de que, a un nivel profundo, todos somos Uno. Si combinamos ambas ‘energías’ obtenemos la manifestación adaptativa de la propia personalidad, lo que favorece la relación con los otros seres humanos, es decir, todo el intercambio e interacción que deriva de la compasión. Un ser humano individual nace de la ‘unión’ de otros dos seres humanos y se desarrolla con su ejemplo y cercanía; en cuanto al cuerpo social, ¿quién duda de que si hemos llegado hasta aquí ha sido a base de colaboración, solidaridad y empatía?
Volvamos al dolor, al golpe ‘seco’ de la pérdida, al aturdimiento que bloquea el pensamiento, a la angustia que impide respirar, comer, dormir, al ‘frío’ de la ausencia que a su vez nos vuelve ausentes. Este Frío y Sequedad que juntos nos desvitalizan, se contrarrestan únicamente con Humedad y Calor, el par que nos devuelve a la vida: Humedad para dejarnos abrazar y cuidar; Calor para manifestar sin pudor lo que sentimos y para que con las pocas fuerzas disponibles abramos los ojos hacia la realidad exterior a nuestro dolor, a la manera de un tímido primer paso hacia el futuro: veremos que no estamos sol@s, que vamos a ser consolad@s, ayudad@s, entendid@s, incluso aunque no lo pidamos y aunque la ayuda provenga de desconocid@s.
Alguien dijo que sólo se posee lo que no se puede perder en un naufragio. Compañía, comprensión, una bebida caliente, una manta compartida. Esto es lo esencial.
¡ÁNIMO GALICIA!