He escuchado estos días voces críticas hacia la celebración de Halloween, en el sentido de que es una importación norteamericana, como cualquier otro producto comercial que tan bien saben vender. Incluso he llegado a ver un reportaje en el que se reivindicaba el Don Juan Tenorio, por ser tan ‘nuestro’, en contraposición a esa festividad extranjera sin ninguna conexión con lo español…
Siendo Halloween una manera inofensiva y festiva de enfrentarnos a nuestro miedo a la muerte y cuestión comercial aparte, en realidad se trata de una celebración casi tan antigua como la humanidad. La palabra ‘Halloween’, que procede de the Eve of All Hallows o también All Hallows’ Evening, hace refencia a la festividad cristiana de la víspera de Todos los Santos, que también es la de aquí. Y como todas las grandes festividades del calendario cristiano, tiene un origen solar.
Los días alrededor de Halloween coinciden con la antigua festividad de Samhain, la más importante de la cultura celta, considerada como un “año nuevo”. Por ello, si según la convención astronómica vigente el mes de noviembre supone la mitad de la estación otoñal, para los antiguos celtas significaba el inicio del invierno -hablamos del hemisferio norte-, de ahí la relación con el final de las cosechas, del trabajo anual y por extensión, el reposo y la muerte de la naturaleza y de los seres humanos, ya que forman parte de ella. De su conexión con el final de la cosecha viene su emblema principal, la calabaza, cuanto más grande mejor, para representar la abundancia necesaria para atravesar el invierno.
Y si no le encontramos demasiado sentido a que estos días de principios de noviembre supongan el inicio del invierno, pensemos solamente en la luz solar decreciente y el acortamiento gradual de los días hasta el 21 de diciembre, el solsticio de invierno, la fecha aproximada en la que comienza nuestro invierno oficial. Precisamente a finales de diciembre los días comienzan a ‘crecer’ de nuevo. ¿Tiene sentido entonces que sea el inicio del invierno? ¿No sería más razonable considerar el solsticio de invierno, no su comienzo, sino su culminación, su mitad? Los anglosajones, muy cercanos a esta tradición, tienen incluso una palabra para ello: midwinter.
¿Qué hay de las demás estaciones? También son relevantes en otras culturas y para algunos credos neopaganos. Por ejemplo, la China tradicional celebra su año nuevo alrededor del 4 de febrero, con el Sol en Acuario, que sería el equivalente a la primavera celta, con su correspondiente festival llamado Imbolc, sustituido por las celebraciones cristianas de la Candelaria. Siempre se ha dicho que los almendros florecen en invierno. La cuestión es que comienzan a florecer en febrero, lo que coincide con la primavera tradicional. Cosas de las plantas.
Más adelante tenemos el verano tradicional, que supone el inicio del período de máxima radiación solar, alrededor del 5 de mayo, con el Sol en el signo de Tauro, cuyo festival celta se llamó Beltane y que el cristianismo ha dedicado a las festividades de la Virgen María. El solsticio de verano, alrededor del 21 de junio, sería también la ‘mitad’ de la estación y no su comienzo. Los anglo parlantes tienen otra bella palabra para designarlo: midsummer, inmortalizada en la obra de Shakespeare A Midsummer Night’s Dream. El sentido mágico del título, conectado con la tradición celta, se pierde completamente en la traducción española.
Y finalmente nos queda el inicio del otoño tradicional, cuyo festival se llamó Lammas, alrededor del 5 de agosto, con el Sol en su domicilio del signo de Leo, muy cercano en el sentido cristiano a la festividad de la Asunción de la Virgen y que en la antigüedad convocaba y celebraba los dones del verano y la abundancia que traía para las primeras cosechas, fundamentales para la supervivencia en los oscuros meses del invierno, durante la muerte y renovación del ciclo eterno de la vida.
Pero además, estas cuatro posiciones solares en la mitad de los signos fijos (Escorpio, Acuario, Tauro y Leo) tienen un relevante significado astrológico, conectado precisamente con su trascendencia en el ciclo solar anual. Se trata de los grados Avatar y marcan fuertemente las cartas astrales que los contienen. Hablaré más adelante de estos grados, en otro post…